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JUEVES SANTO.

Después de la ceremonia, nadie omitió ir a los recipientes y fuentes con agua bendita. Los indios, como de costumbre, disfrutan este privilegio codiciosamente; después de persignarse devotamente, aventaron una cantidad de líquido en sus ojos y por último, pusieron agua sobre su pelo y cara. Los infantes, especialmente, iban para una total ablución.

23. Me fui a la Catedral esta tarde al oír el Miserére. Fue un diferente de la de la Capilla Sixtina, donde la música agonizante es gemida por los eunucos del Papa. Yo sólo me quede hasta que cuatro o cinco velas se habían extinguido sobre el gran Candelabro de ébano, incrustada de plata. La música fue execrable.

24. Este día, que es en otros lugares, tal vez el más triste y más sagrado para la mentalidad espiritual de la Iglesia de Cristo—preparar el alma para los terribles juicios de mañana—en México es uno de los más alegres de la temporada. Desde las 10 de la mañana, no se le permite a caballo o vehículos de cualquier tipo que aparezca en la calle y todos los que se aventuran afuera deben hacerlo a pie. En tiempos antiguos, sin duda esto pretendía marcar el día con solemnidad peculiar; tanto por prescindir de uno de los lujos más necesarios de las clases superiores y mantener a los alegres y de moda en casa o induciéndolos a ir en una peregrinación humilde y a orar en las iglesias. Ahora, sin embargo, es solo una excusa para ostentación; y como en todos los demás estaciones del año y la moda ha hecho imperativo que ninguna dama a camine en las calles, de manera que la moda ha hecho para los sexos que aparezcan en este día, vestidos en todo el esplendor que sus bolsas permitan. Sedas, tafetanes, terciopelos, bordados, encajes, joyas, diamantes, vestidos de baile, vestidos de cena, cada especie de vestido para atraer la atención y la envidia y ¡estos se cambian varias veces en el curso del día! Durante semanas antes los fabricantes de mantillas son todos contratados—no hay una puntada que se consiga por amor o dinero—y, el Jueves Santo, la se muestra la astucia de sus agujas por primera vez en el año al aire libre y rudo.

El propósito declarado de esta presentación es visitar a pie, siete de las iglesias—que están adornadas con toda su plata, joyas, flores y adornos para la ocasión, mientras que en sus pisos se extienden las alfombras más ricas.

Aunque hay mucho que es singular a los protestantes que están acostumbrados a un simple ritual, en el esplendor de la iglesia romana en Italia y Francia, siempre hay una adecuación pintoresca de la ceremonia de la temporada, y hay un evidente significado en su efecto dramático, ilustrando los incidentes de la época. En esos países, no nos podremos liberar nunca de las asociaciones del lugar y la ceremonia en que no haya injertos corruptos de paganismo. Los ritos en el altar son maravillosos, pero casta y hermosa; la música es selecta y adecuada para el momento; el templo en el que se arrodillan, es santificado por monumentos históricos; la muerte de cientos de años— ilustres a través del tiempo—