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MÉXICO.

tumbre en los sacrificios inhumanos de los Aztecas.[1] Un camino o calzada, se puede observar en otro lugar, termina al pie de este precipicio, exactamente debajo de la cueva y la roca que sobbresale; y la conjetura no puede formar ninguna otra idea de su uso prevista, a menos que de alguna manera se relacione con propósitos de mazmorra.

"Ahí ascendimos a una variedad de edificios, todos construidos con el mismo criterio de fuerza y con espacios encerrados a demasiada gran escala como para residencia de gente común. En la cresta extrema de la montaña hay varios tanques tolerablemente perfectos.

"En una subsecuente visita a este lugar extraordinario, vi algunos otros edificios, que habían escapado mi atención. Estos están situados en la cima de una roca terminando la cresta, a aproximadamente media milla al N.N.W. de la ciudadela.

"El primero es un edificio originalmente de dieciocho pies por lado, pero con adición de paredes inclinadas para darle una forma piramidal. El remate es plano, y en el centro de su cara sur había escalones para ascender a la cumbre. El segundo es un altar cuadrado, su altura y base de aproximadamente 16 pies. Estos edificios están rodeados a poca distancia por una pared fuerte, y a un cuarto de milla hacia el norte, se aprovecha un precipicio para construir otro muro de doce pies de ancho en su borde. En un espacio plano pequeño, entre éste y la pirámide, están los restos de un edificio cuadrado abierto, hacia el sur, del cual hay dos grandes montículos de piedra, cada uno de unos treinta pies; y en el noreste hay otra ruina, con grandes escalones a su lado. Me gustaría pensar que el muro más alto de la ciudadela es de trescientos pies sobre el plano, y la roca desnuda lo supera por más de unos treinta pies.

"Todo el lugar de hecho, desde su situación aislada, la disposición de sus murallas defensivas y la favorable figura de la roca, debe haber sido inexpugnable para los indios; e incluso tropas europeas habrían encontrado grandes dificultades para ascender a esas obras, que me he aventurado a nombrar la ciudadela. No hay duda que la mayor parte de la nación una vez vivió aquí, se debió haber establecido sobre la llanura debajo, ya que desde la cumbre de la roca pudimos claramente ver tres calzadas rectas y muy extensas, divergentes de la que pasamos en primer lugar. El más notable de estas ruinas, al suroeste a dos millas, es de cuarenta y seis pies de ancho y, cruzando la gran calzada, continua hasta el pie de los acantilados, inmediatamente debajo de la cueva que acabo de describir. Su extremo más lejano termina en un montículo artificial alto y largo, inmediatamente más allá del río, hacia la hacienda de La Quemada. Podiamos identificar el segundo, al sur y suroeste a un pequeño rancho llamado Coyoté, cerca de cuatro millas de distancia; y el tercero corre sur-suroeste, todavía más lejos, acabando, como la gente del campo nos informó, en una montaña a seis millas de distancia. Todos estos caminos eran ligeramente elevados, estaban


  1. Los escritos de Clavigero, Solis, Bernal Díaz y otros, describen este modo de eliminación de aquellos cuyos corazones habían sido arrancados y ofrecidos al ídolo.