lanar. Compran un cuadro cuando han oído decir que está el autor en moda. Aglomeran en sus palacios todo género de cosas, buenas, malas y medianas. Almacenan, pero no sienten.
Bauer es artista.
Asi es que al hacer un bosquejo biográfico de este amigo mío, yo no me acuerdo de su despacho del segundo piso de su casa en la calle Ancha de San Bernardo. Olvido por completo que es el alma de tal ó cual ferrocarril. No paso del piso principal, donde tantas veces he visto á Madame Bauer representar primorosamente proverbios y comedias francesas; donde no se vuelven los ojos á ninguna parte sin admirar algo notable debido al talento de nuestros pintores. Allí hay cuadros de Sala, de Pradilla, de Fortuny, de todos nuestros compatriotas ilustres. Las porcelanas, los muebles antiguos, los tapices, todo revela al hombre de buen gusto, que no sólo ha sabido comprar, sino que ha sabido colocar las cosas de manera, que si yo fuese alguna vez emperador (lo cual no es posible) y Bauer se quedara en la miseria (lo cual no es probable), le encargaría la formación de mis museos.
Su círculo íntimo tampoco es de banqueros.
Sus amigos se llaman Valera, Albareda, Correa, Aldana, personalidades, en fin, que amenizan las comidas y los almuerzos de aquella fastuosa casa con una conversación literaria, artística, erudita, pero nunca financiera, nunca ávida, nunca molesta.