de los padres, abandonados a los azares i miserias de la vida, estigmatizados por la sociedad, son el corolario fatal de la indisolubilidad del matrimonio.
El moralista más austero, el mas ardiente fanático del matrimonio indisoluble, no pueden dejar de confesar que la monogamia, el amor único, no es sino una de las tantas mentiras convencionales de la civilización, i que el hombre, sobre las leyes i la moral monógama, ha sido siempre i es polígamo, que los pocos casos de monogamia son debidos no a la imposición de las leyes, sino a los grandes i verdaderos amores i al temperamento casto de algunos.
El divorcio, pues, no va a aumentar o proteger la sensualidad humana; va a librar a los cónyuges que no se aman de una esclavitud dolorosa i degradante, para que en lugar de incurrir en adulterio, puedan contraer matrimonio con la persona con quien crean ser felices, garantizando los derechos de los hijos anteriores, i haciendo nacer los de la nueva unión con honradez, en condiciones de llevar una vida digna, útil i, feliz.
Además, la indisolubilidad del matrimonio es causa de que el hombre apenas se casa, olvide toda cortesía hacia la esposa, considerándola como una propiedad suya que solo la muerte puede quitarle, i cuando no se convierte explícitamente en el amo duro, exigente i despótico, porque su educación i nobles sentimientos se lo impidan, sufre siempre, aun sea inconscientemente, los efectos de este criterio disminuyendo su propia dicha, porque desaparece el deseo de agradar para obtener la correspondencia, i excluye del trato la dulzura i delicadeza que poetizan el amor i embellecen la vida; modalidad factible de perpetuarse cuando la mujer no sea propiedad del hombre, cuando pueda romper el matrimonio con la facilidad que el noviazgo, pues entonces el hombre para merecer la ternura de la esposa i retenerla a su lado, la rodeara de las exquisitas atenciones i afectuosa estimación que hoi, a pesar