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LUZ MJAR

suyo, olvida por el secular concepto de propiedad. Teniendo que pasar algo parecido respecto de la mujer con el hombre.

Creo, pues, que la facilidad del divorcio ennoblecerá las relaciones sexuales de los cónyuges, resguardando la dignidad de cada uno i produciendo una mayor moralidad i finura en las costumbres para conservar la unión feliz por el verdadero amor, la estimación i los méritos personales.

El concepto de que no es la lei la que obliga a la fidelidad sino el afecto recíproco, hará que el principal objetivo de la vida íntima de los seres cultos, de refinados sentimientos, sea inspirar i conservar un verdadero amor, alimentándolo con la ternura constante i las solicitudes delicadas, que matizan de belleza i poesía la monótona existencia, obligando al ser amado a la gratitud i la correspondencia en medio de la mas ámplia libertad.

La apasionada oposición que los católicos i el clero, hacen al divorcio, fundándose en la indisolubilidad del matrimonio, no tiene defensa histórica ni dogmática, pues en el pueblo judío existió siempre el divorcio, i Jesús lo radificó, según el versículo 15 del capítulo 7 del libro de los Corintios, que dice: "Pero si el infiel se aparta, apártese: no es el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso". Declarada la disolubilidad del matrimonio en caso de infidelidad, nada mas lógico en la superior cultura actual, que devolver a los cónyuges la libertad cuando lealmente la solicitan, antes que mancharse con el perjurio i la traición, o seguir la farsa de un amor que ya no sienten.

La iglesia católica tambien ha disuelto siempre el matrimonio permitiendo nuevo casamiento; la única diferencia es que la disolución civil se llama divorcio i la católica nulidad; que el divorcio civil es accesible a los cónyuges de la mas modesta condición económica, mientras la nulidad religiosa sólo pueden alcanzarla los ricos con grandes donativos para el Tesoro de San Pedro.