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Página:Morrison de Parker Padrino de Cecilia.djvu/109

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DE CECILIA 107

sin remordimientos, sin obstáculos, como an- siaba y merecía ser amado!

XvV1 FIN DE UNA VIDA

Es de noche: la débil luz de una lampari- la, alumbrando apenas un lujoso aposento, permite distinguir la bella figura de una mu- jer sentada en actitud melancólica junto al lecho de un enfermo, cuya fatigosa respira- ción es lo único que turba ese triste silencio, compañero inseparable del dolor y la enfer- medad.

La mujer es Margarita; el enfermo su ma- rido.

Dormía don Pedro con intranquilo sueño y Margarita, después de enviar á descansar á las personas de su familia, que compartían con ella la asistencia del enfermo, velaba sola, junto al lecho del dolor.

La joven meditaba... ¿enqué? En su corta y triste vida, en la que, para muy pocas flo- res, había recogido espinas innumerables, en su vida de contínuo sacrificio en la que, á no sostenerla Dios y el cariño de su hija, hu- biera sucumbido quizás.

Poco á poco, ya fuera por la soledad y el