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Página:Morrison de Parker Padrino de Cecilia.djvu/79

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Su pa

DE CECILIA

que venía acompañada de Eduardo se puso de píe, exclamando casi azorada:

—¡ Eduardo!

—¡ Margarita! — murmuró él tendiéndole la mano que ella estrechó levemente; luego sin que ni uno ni otro acertara á decir nada más se miraron turbados, temblorosos y opri- midos.

Era la primera vez que, después de seis años, Eduardo se hallaba á solas con Marga- rita y una violenta ráfaga, mezcla de pasión, de cólera y de amargura, inundó su alma. Olvidóse de la triste misión que allí le con- ducía, borróse de su mente el recuerdo de su prima, muerta hacía unas horas, y á quien tanto había llorado... Todo... todo desapa- reció de su imaginación y de su vista menos Margarita, más interesaute que nunca en su palidez y turbación, en medio de aquel jar- dín exuberante, en donde hasta la más hu- milde floreciila había recibido el beso cálido del amor.

Con objeto de ocultar un instante su tur- bado rostro, Eduardo sacó el pañuelo y se lo pasó por la frente, que una gren angustía perlaba de ligero sudor...

Un objeto cayó, de su bolsillo, al suelo, y de él se apoderó Cecilia, sin que ninguno de los dos jóvenes lo notara; la niña se alejó unos pasos y se puso á jugar sobre la hierba.