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En la imposibilidad de hablar con José, Dolores le hizo saber, por medio de una vieja criada, cuanto acababa de pasar, repitiéndole, palabra por palabra, la conversación que había tenido con su padre. La felicidad tranquila que había concluido para ella, iba á recibir en José el golpe mortal. El obstáculo era muy poderoso para pensar en vencerlo. José lo midió en toda su magnitud, y lo encontró insuperable. Solo un camino podía tomar, y era el de un rapto; pero, fuera de que labraría con eso la desgracia de Dolores y la suya, era suficientemente honrado, suficientemente noble, para dominar un pensamiento que ultrajaba la honra y mataba la felicidad de sus patrones, de quienes no había recibido sinó favores.

Al amanecer del día siguiente á aquel en que había recibido la noticia fatal, José ensilló su caballo, y montando en él, se alejó de la estancia, con la firme resolución de no volver jamás á ella. El sol no había asomado todavía en el naciente sinó una débil claridad que no alcanzaba á empalidecer el brillo de las estrellas. Auras tibias corrían libremente por los campos, como soplos lanzados á despertar la tierra dormida; los pájaros comenzaban á cantar, dejando sus nidos ocultos bajo las hojas espinosas del cardo ó mecidos en la copa de los altos álamos; la naturaleza entera recibía con regocijo las primeras luces del día; sólo José sentía caer la noche sobre su espíritu.