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AL MARQUÉS DE SEÉVIGNÉ 91

vencer las inclinaciones para condenar á todos los que son poco razonables ú honrados. ¡Cuántas mujeres no hemos visto que han conseguido destruir en su corazón una debilidad que las habla sorprendido ape- nas notaron que el objeto de su afecto era indigno de ellas ! ¡ Cuántas han ahogado el amor más tierno y lo han sacrificado á las conveniencias de un acomodo ! El tiempo y la ausencia son remedios á los que no resiste una pasión por viva que sea; insensiblemente se debilita y se extingue por completo. Sé que para salir con honor de una empresa semejante, no hace falta menos que toda la fuerza de la razón : com- prendo también que las dificultades de que imagina- mos llena una tan gran victoria que no os dejan valor bastante para acometerla; de modo, que aunque yo diga que no hay inclinaciones invencibles en el terreno especulativo, confesaré también que hay muy pocas vencidas en la práctica y esto ocurre, porque ni si- quiera se trata de conseguirlo. Sea de ello lo que quiera, imagino que, tratándose aquí sólo de una galantería, sería locura torturaros por destruir la inclinación que sintierais hacia una mujer más ó menos amable; pero puesto que aun no estáis pren- dado de ninguna, persisto en que tuve razón en indi- caros el carácter que crel más capaz de haceros di- choso. Sería sin duda de desear que los sentimientos delicados, que el mérito real, tuvieran más poder sobre vuestros corazones, que fueran capaces de lle- narlos y de fijarlos para siempre. Pero la experiencia nos prueba que no es eso. Norazono pues, sobre lo que debíais ser si mo sobre lo que sois en efecto; mi de- signio es daros á conocer el corazón tal cual es, y no tal como yo quisiera que fuese. Soy la primera en sentir la depravación de vuestro gusto por indul-