DE NINÓN DE LENCLÓS 19
truyó bien pronto una idea tan mal fundada. Ninón voló junto á su madre, en cuanto supo su situa- ción. Sin hacerse aun enemiga del placer, creyó deber dar treguas al goce. Amigos, conocimientos, tertulias, diversiones, ternuras, todo dejó de entre- tenerla. Cuidados entonces más caros á su corazón la ocuparon por completo, Mm*, de Lenclós recono- ció su error. Ella amaba tiernamente á su hija y de ella se vió amada. Nada podía prolongar sus días puesto que semejante placer no lo consiguió.
Por muy filósofo que fuera Ninón, no pudo re- sistir el espectáculo de una madre expirante; su alma se vió desgarrada por el dolor.¡ Dichoso el corazón cuya filosofía no alcanza á debilidades tan respe- tables! Cierto que aquella madre moribunda había dicho á su hija antes de morir cosas que su estado de languidez hacía penetrantes y capaces de asom- brar á un espíritu cuya sensibilidad habían sacudido el dolor y las vigilias. Apenas cerró los ojos M"*. de Lenclós cuando su hija concibió el proyecto de re- tirarse del mundo (1). La ausencia de M. de Len- clós la dejó dueña de su conducta; y algunos amigos que á pesar de sus órdenes consiguieron hablarle, no pudieron alejarla de este deseo. Ninón, perdida, desolada, fué á meterse en un convento de los alre- dedores de París, que miraba entonces como si fuera á ser su última morada (2).
(1) La desgracia ha convertido á muchos en devotos por cierto enternecimiento ó por una secreta piedad por sí mismo bastante á propósito para disponer á los hombres á una vida más religiosa. Saint-Evremond al duque de Olonne.
(2) Después que yo hubiera sabido... — Lo que se dice del hermoso y santo ejemplo — Que la Ninón da á todos los mun- danos — yéndose con las monjas;— Cuántos lloros la pobre fovencilla — Ha derramado cuando su madre sin ella, —