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DE NINÓN DE LENCLÓS 21

damas del más alto rango no tuvieron dificultad en relacionarse con una mujer que reunía tantos encantos verdaderos. La erudición seca y estéril es- taba desterrada de su sociedad. Y sobre todo, la aleciación y esa metafísica de ingenio y de senti- miento con que algunos genios estrechos y esti- rados encontraban hasta su galantería, se habían retirado al hotel de Rambouillet, que Bayle llama un verdadero palacio de honor (1). Allí era sobre todo donde el preciosísimo de las expresiones, el retorci- miento de las ideas, la insipidez de los cumplimien- tos se perfeccionaban á diario á despecho de la razón y del buen gusto.

En casa de Ninón todo era verdadero, todo era agradable : si alguna vez se deslizaba alli algún hombre poco hecho al tono que reinaba, pronto se veía obligado á alejarse. La naturalidad y las gracias sencillas de la conversación asustaban á los que no conocen su mérito y la tertulia se encontraba al uní- sono. La justeza del discernimiento, la delicadeza del gusto de Ninón llegaban (permítaseme decirlo) á natu- ralizarse en todos sus amigos. En fin, si este carácter de franqueza amable, de amplia cortesía, de probidad dulce, de agrado y de gusto que distingue hoy á los franceses no le debe su principio, no puede negarse que ella lo llevará á la perfección, y se hiciera una ley de inspirario á todos los que gozaban del placer de vivir con ella.

Algunos compromisos que se sucedieron cerca- nos, excitaron entre dos rivales una querella poco común; hallábase ella en un estado que avergienza á las mujeres cuando no es el fruto de un lazo res-

(1) Mus de Scudéry ha hecho en su novela de Cyrus una pescripción de la pequeña corte de Rambouillet,