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30 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

Scarrón, que se hizo una de las reuniones de los fac- ciosos no tuvo ya para ella ningún encanto. No le faltaba ya más que ver á M. de Lenclós, su padre, contrario al partido de la corte. No pudo dudar de esta desgracia al ver la amistad que trató con el coad- jutor, centro de la tempestad que empezaba á esta- llar. :

Por muchos esfuerzos que hicieran para engañarla sobre el verdadero interés público, ella descubría siempre las razones particulares que guiaban á los rebeldes, y tomó el partido de abandonar el teatro de las escenas peligrosas que iban á sobrevenir. El señor marqués de Villarceaux, entonces su amante, tenía una tierra bastante alejada de París que ella escogió para lugar de su retiro; y sea que entonces amara más tiernamente que nunca (1), sea que no pudiera sostener más tiempo el espectáculo de las desgracias de su patria, se dominó lo bastante para pasar en el campo cerca de tres años en una unifor- midad de diversiones, poco á propósito para la viva- cidad de su espíritu y la ligereza de su corazón. .

Saint-Evremond, asombrado de una constancia que nunca había esperado de ella, le escribió á este propósito una elegía que se encuentra cn sus obras y en la cual, haciéndole la pintura de sus antiguos placeres, le reprochaba la pasión seria que la ocu- paba tanto tiempo y tan lejos de sus amigos. Pero su vuelta fué menos ocasionada por esta broma que por el fin de los disturbios de París, que había jurado no volver á ver hasta que estuviese tranquilo.

La dicha de M. de Villaceaux le habia creado bastantes envidiosos.¡ Qué triunfo para él haber fijado

(1) Cuando siente una vez, el corazón más ligero es el más constante, — El adiós de Mars,