32 MEMORIAS SOBRE LA VIDA
mujer celosa. Llevó el ridículo de esta escena todo lo lejos que podía ir. El rumor se esparció por toda la ciudad y llegó bien pronto á Ninón que lo rió largo tiempo en compañía de sus amigos y del mismo señor de Villarceaux. No es dudoso que, aficionada á contar los menores detalles de su vida, refiricra á Moliére esta historía ridícula de la que el grande hombre que lo aprovechaba todo se acordó cuando escribió la condesa de Escarbaguas (1).
M. de Lenclós, libre de las funestas consecuencias que pudo traerle la indiscreción de militar bajo los estandartes escandalosamente rebeldes del coad- jutor, volvió á ver á su hija con todo el placer ima- ginable. Su gran reputación era en cierto modo obra suya; alabábase él del éxito de sus lecciones y el mérito que le encontraba cada día se le hacía aún más querida. Ninón por su parte, en la esperanza de que el furor de las armas que había siempre poseído á su padre (2) no le daría ya ocasiones de per- dición, gozaba con la más viva sensibilidad de la alegría de verlo entregado por completo á sus placeres, cuando una enfermedad inopinada pareció amena- zar días que ella amaba tanto como los suyos pro- pios. El estado de M. de Lenclós fué pronto deses- perado. El se dió cuenta, y haciendo llamar á sú hija que lioraba al verlo, quiso parecerle tan filósofo en su muerte, como creia haberlo sido durante su vida. Acercáos, Ninón, le dijo con voz débil y casi expirante; ya véis que lodo lo que ahora me queda es un recuerdo doloroso de los placeres que abandono. Su posesión no ha sido larga, y esto es lo único de que
(1) Véase la escena 19. (2) Tuvo cierta importancia entre los llamados bravos de aquel tiempo.