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DE NINÓÚN DE LENCLÓS 49

una honradez que observar. El conde corrió á casa de Ninón, y mitad por fuerza, mitad por destreza (dice la marquesa), retiró las carlas de aquella pobre diabla, que fueron quemadas en el acto.

Un trato que había empezado con escenas de esta vivacidad debía ser parece duradero. La marquesa tembló, pero su hijo la tranquilizó pronto, haciéndole saber que lo había dejado. La enfermedad de su alma (dice su madre) hubía caido sobre su cuerpo, cretase á sí mismo como el buen Esón, quería cocerse en una caldera con yerbas finas para fortalecerse un poco. Ninón, por su parte, no lo trataba nada bien; era, según decía ella, un hombre por debajo de la defini- ción; era un alma de papilla, un cuerpo de papel mojado, un corazón de dulce helado. Tal era el amante que había robado á la heroina del teatro y á quien pronto puso cn la clase de los amigos, pero tan íntimo, que todos creyeron que se entendían, hasta que ella declaró 4 los que aún los sospechaban que estaban engañados, que nada malo había enire el conde y ella, y que eran absolutamente como hermana y hermano

En este tiempo aproximadamente fué cuando Ninón dijo dos ó tres buenas frases, que se han sal- vado del olvido. Habiendo cambiado la moda de los peinados, se adoptó una que se llamaba Hurluberlú. Esta moda no sentaba bien á todas las mujeres. La misma Mme, de Sévigné dice que se veían algunas que estaban para abofelearlas. MWe, de Choiseul era quizá de este número; y viéndola Ninón dijo que parecia un ramillele de confileria. Esta comparación era sin duda bien gráfica; la marquesa dice en sus cartas que la encontraba excelente.

La segunda frase, conservada en las mismas cartas, tuvo por objeto á Me, Dufrénoy, mujer del primer

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