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DE NINÓN DE LENCLÓS 51

l bablemente no era otra cosa que los encantos de la y conversación de aquella princesa. Confesaré que no puedo creer á Ninón capaz del l hecho que voy á contar y do que me han instruido

algunas memorias particulares. El águila de la Cáte-

- dra á quien Mme, de Sévigné llama en algún sitio el Gran Pan, se había creado la más alta reputación. Esto fué, á lo que se dice, lo que inspiró á Ninón el proyecto singular de saber si su corazón era tan puro como su elocuencia. Había visto en sus cadenas á casi todos los héroes, todos los grandes hombres de su tiempo, y le pareció que el padre Bourdaloue me- recía aumentar la lista. Fingió pues, estar mala y le mandó llamar. Al llegar el padre encontró á una mujer adornada con cuanto de más seductor puede tener el arte de la coquetería. Recibiólo ella con todas aquellas gracias que sólo hace peligrosas el amor de las cosas mundanas y que apenas son notadas por los ojos que se elevan á menudo al cielo. Veo, le dijo él, que vuestra enfermedad está sólo en el corazón y en el espíritu; vuestro cuerpo me parece perfectamente sano. Ruego al gran médico de las almas que os cure; y salió inmediatamente.

Si esta anécdota es verdadera, es vergonzosa para Ninón. La mentira, el atrevimiento y la indecencia están llevadas aquí demasiado lejos. Y lo que me hace pensar que es una historia imaginada á capricho, es que encuentro una canción del mismo tiempo, dirigida á Ninón, donde se habla en verdad de un predicador que la había encontrado en alguna parte y exhortá- dola á cambiar de vida; pero en la cual, lejos de decir que ella lo había atraído á su casa con ningún pre- texto, aparecía precisamente lo contrario. He aquí la copla :