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DE NINÓN DE LENCLÓS 53

Ede Pecour le inquietaban; no se atrevía á quejarse Ldudando todavía de la desgracia que tanto temía, y

un día, queriendo ofender á este rival indigno de él, -recibió una contestación tan osada y tan decidida

que le impidió seguir gozando de la incertidumbre

que le sostenía.

Pecour se había mandado hacer un traje muy pare- > cido á algunos de los uniformes de aquel tiempo. El > conde de Choiscul, al verle vestido de esa manera, le ¡ hizo algunas preguntas irónicas y comprometedoras, de esas que en los tiempos actuales acreditan el

talento ó el ingenio del que las dirige. Pecour no pudo

sustraerse á la vanidad que su triunfo secreto le ins- piraba, y como el conde le preguntara bajo qué ban- dera iba á prestar sus servicios, ó á qué cuerpo se había agregado, le contestó volviéndole la espalda con alti- vez : « Monseñor, mando un cuerpo en el que vos servís hace mucho tiempo. »

El conde, prevenido por sus sospechas, comprendió en seguida lo que esta respuesta tenía de cruel y humi- llante para él. No pensó en volver á ver á Ninón como no fuera para colmarla de insultos; pero así que la vió aplacóse su indignación. La naturaleza es avara y no prodiga todos sus dones á la misma persona; el conde no brillaba por los del espiritu. ¡ Qué amante para Ninón ! El conde era un hombre que no sabía más que suspirar, que nada tenía de vivo, de animado en sus querellas, que no embellecía ninguno de sus sen- timientos (1). El respeto, la admiración, no son opues- tos al fastidio. Largo tiempo hacía que Ninón sufría las persecuciones del conde, cuando cediendo á su

(1) Ninón decía frecuentemente que para hacer el amor hacía falta cien veces más talento que para mandar ejércitos.