DE NINÓN DE LENCLÓS 73
cuentemente á una persona que á los ochenta y cineo años, y á pesar de sus enfermedades gozaba de la misma viveza de ingenio y del mismo gusto, delicado y perfecto que habían contribuido á su gran rspu- tación — mucho más que sus encantos y debilidades. Pero Mle, de Lenclós que había nacido para la libertad y que nunca había sabido sacrificar su filosofía tran- quila á la esperanza de más alta fortuna, contestó agradeciendo á su amiga sus ofrecimientos y dicién- dola que era demasiado tarde para aprender el arte de disimular y de contenerse, arte que nunca conoció. Todo lo que de ella se pudo obtener fué que un día ira á la tribuna de la capilla de Versalles, porque Luis el Grande pasaría por alli para satisfacer la curiosidad que tenía de ver por lo menos una vez á aquella admirable maravilla de su reino.
Lo más notable de los últimos años de su vida fué la visita que la hizo el joven Arouet, todavía niño. Mle, de Lenclós le examinó con singular atención y pareció sorprender en las respuestas ingeniosas y vivas del niño el talento prodigioso que debía elevarle un día á la categoría del genio. La pasión por los versos y el amor á la gloria se anunciaban en él y Mle, de Lenclós procuró con sus consejos aferrarle más á esos elevados sentimientos; la amistad que sintió por él la indujo á legarle por testamento una suma des- tinada á comprar libros. ¡Qué penetración la de Mle, de Lenclós! ¡Qué feliz début el de M. Vol- taire ! 1
La salud de Ml*, de Lenclós se debilitaba por mo- mentos; desde que se vió lo suficientemente enferma para temer á la muerte, se atrevió á contemplarla con tranquilidad; quiso cumplir con los deberes del momento terrible y lo hizo con perfecta tranquilidad.