es un mal parto. Babuco le dió cien daricos de oro, diciendo: Si no hubiera cosas peores en la ciudad, poco motivo tuviera Ituriel para estar tan enojado.
Fué de allí á pasar la tarde á las tiendas de mercaderes de magnificencias superfluas. Llevóle un sugeto inteligente que se habia hecho amigo suyo, compró lo que halló de su gusto, y con muchas cortesías se lo vendiéron mucho mas caro de lo que valia. Quando hubo vuelto á casa, le hizo ver su amigo que le habian estafado; y apuntó Babuco en su libro de memoria el nombre del mercader, para que el dia del castigo de la ciudad no le echara Ituriel en olvido. Estando escribiendo, llamáron á la puerta, y entró el mercader que le traía á Babuco su bolsillo que se habia dexado olvidado encima del mostrador. ¿Cómo es posible, dixo Babuco, que seais tan generoso y escrupuloso, despues de haber tenido cara para venderme vuestras buxerías quatro tanto mas de lo que valen? No hay en toda la ciudad, le respondió el mercader, negociante ninguno algo conocido, que no hubiese venido á traeros el bolsillo; mas quando os han dicho que os he vendido lo que en mi tienda habeis comprado el quadruplo de su valor, os han engañado, porque os lo he vendido diez veces mas de lo que ello vale; y esto es tan cierto, que si dentro de un mes os quereis deshacer de ello, no os darán ni el diezmo: y no hay empero cosa mas conforme á razon,