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Ó EL OPTIMISMO.

que debe tener una hambre canina, yo tambien, tengo buenas ganas, con que cenemos ántes de otra cosa.

Sentáronse pues ámbos á la mesa, y despues de cenar se volviéron al hermoso canapé de que ya he hablado. Sobre el estaban, quando llegó el señor Don Isacar, uno de los dos amos de casa; que era sábado, y venia á gozar sus derechos, y explicar su rendido amor.

CAPITULO IX.
Prosiguen los sucesos de Cunegunda, Candido, el Inquisidor general, y el Judío.

Era el tal Isacar el hebreo mas vinagre que desde la cautividad de Babilonia se habia visto en Israel. ¿Qué es esto, dixo, perra Galilea? ¿con que no te basta con el señor inquisidor, que tambien ese chulo entra á la parte conmigo? Al decir esto saca un puñal buido que siempre llevaba en el cinto, y creyendo que su contrario no traía armas, se tira á él. Pero la vieja habia dado á nuestro buen Vesfaliano una espada con el vestido completo que hemos dicho: desenvaynóla Candido, y derribó en el suelo al Israelita muerto, puesto que fuese de la mas mansa índole.

¡Virgen Santísima! exclamó la hermosa