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Ó EL OPTIMISMO.

cha. El frayle quiso vender á un diamantista algunas de las piedras preciosas hurtadas, y este conoció que eran las mismas que le habia comprado á el propio el Inquisidor general. Fué preso el santo religioso, y confesó de plano á quien y como las habia robado, y el camino que llevaban Candido y Cunegunda. Ya se sabia la fuga de ámbos: fuéron pues en su seguimiento hasta Cadiz, y sin perder tiempo salió un navío en su demanda. Ya estaba la embarcación al ancla en el puerto de Buenos-Ayres, y acudió la voz de que iba á desembarcar un alcalde del crímen, que venia en busca de los asesinos del ilustrísimo Señor Inquisidor general. Al punto dió órden la discreta vieja en lo que habia que hacer. Vm. no se puede escapar, dixo á Cunegunda, ni tiene nada que temer, que no fué vm. quien mató á Su Ilustrísima; y fuera de eso el gobernador enamorado no consentirá que la toquen en el pelo de la ropa: con que no hay que menearse. Va luego corriendo á Candido, y le dice: Escápate, hijo mio, si no quieres que dentro de una hora te quemen vivo. No daba el caso un instante de vagar; pero ¿cómo se habia de apartar de Cunegunda? ¿y donde hallaria asilo?

 Tom.I.
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