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CANDIDO,

roa, Mascareñas, Lampurdan y Souza, se alzó con la izquierda mano los bigotes, se rió con ademan burlon, y mandó al capitan Candido que fuera á pasar revista á su compañía. Obedeció este, y se quedó el gobernador á solas con la baronesita; le manifestó su amor, previniéndola que el dia siguiente seria su esposo por delante ó por detras de la iglesia, como mas á Cunegunda le potase. Pidióle esta un quarto de hora para pensarlo bien, consultarlo con la vieja, y resolverse.

Entráron Cunegunda y la vieja en bureo, y esta dixo: Señorita, vm. tiene setenta y dos quarteles y ni un ochavo, y está en su mano ser muger del señor mas principal de la América meridional, que tiene unos estupendos bigotes, y así no viene al caso echarla de incontrastable firmeza. Los Bulgaros la violáron á vm.; un inquisidor y un Judío han disfrutado sus favores: las desdichas dan derechos legítimos. Si yo fuera vm., confieso que no tendría reparo ninguno en casarme con el señor gobernador, y hacer rico al señor capitan Candido. Así decia la vieja con toda aquella autoridad que su prudencia y sus canas le daban, y miéntras estaba aferrando áncoras un navichuelo que traía un alcalde y dos alguaciles; y era esta la causa de su arribo.

No se habia equivocado la vieja en sospechar que el ladron del dinero y las joyas de Cunegunda en Badajoz, quando venia huyendo con Candido, era un frayle Francisco de manga an-