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Ó EL OPTIMISMO.

gastan mucho mas que lo que todo el Canadá vale. Decir á vm. á punto fixo en qual de los dos paises hay mas locos de atar, mis cortas luces no alcanzan á tanto; lo que sí sé, es que en el pais que vamos á ver son locos atrabiliosos.

Diciendo esto aportáron á Portsmúa: la orilla del mar estaba cubierta de gente que miraba con atencion á un hombre gordo[1], hincado de rodillas, y vendados los ojos, en el combes de uno de los navíos de la esquadra. Quatro soldados formados en frente le tiráron cada uno tres balas á la mollera con el mayor sosiego, y toda la asamblea se fué muy satisfecha. ¿Qué quiere decir esto? dixo Candido: ¿qué perverso demonio reyna en todas partes? Preguntó quien era aquel hombre gordo que acababan de matar con tanta solemnidad. Un almirante, le dixéron.—¿Y porqué han muerto á ese almirante?—Porque no ha hecho matar bastante gente; ha dado una batalla á un almirante francés, y hemos fallado que no estaba bastante cerca del enemigo. Pues el almirante francés tan léjos estaba del inglés como este del francés, replicó Candido. Sin disputa, le dixéron; pero en esta tierra es conveniente matar de quando en quando algun almirante para dar mas ánimo á los otros.

Tanto se irritó y se pasmó Candido con lo que oía y lo que vía, que no quiso siquiera


  1. El almirante Byng