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CANDIDO,

aguardo á mi Cunegunda. Donde yo puedo llevar á vm., es á la Normandía baxa, dixo el cabo de ronda. Hízole luego quitar los grillos, dixo que se habia equivocado, despidió á sus corchetes, y se llevó á Candido y Martin á Diepe, entregándolos á su hermano. Había un buque holandés pequeño al ancla; y el Normando, que con el cebo de otros tres diamantes era el mas servicial de los mortales, embarcó á Candido y á su familia en el tal navío que iba á dar á la vela para Portsmúa en Inglaterra. No era camino para Venecia; pero Candido creyó que salía del infierno, y estaba resuelto a dirigirse á Venecia luego que se le presentase ocasion.

CAPITULO XXIII.

Del arribo de Candido y Martin á la costa
de Inglaterra, y de lo que allí viéron.

¡Ay Panglós amigo! ¡ay amigo Martin! ¡ay amada Cunegunda! ¡lo que es este mundo! decia Candido en el navío holandés. Cosa muy desatinada y muy abominable, respondió Martin.—Vm. ha estado en Inglaterra: ¿son tan locos como en Francia?—Es locura de otra especie, dixo Martin; ya sabe vm. que ámbas naciones estan en guerra por algunas aranzadas de nieve en el Canadá, y por tan discreta guerra