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Ó EL OPTIMISMO.

Cunegunda, y júrole á vm. que no ha sido ménos adversa mi estrella. Quando vm. me vió era yo una inocente; y un capuchino, que era mi confesor, me engañó con mucha facilidad: las resultas fuéron horribles, y me vi precisada á salir de la quinta, poco después que le echó á vm. el señor baron á patadas en el trasero. Si no hubiera tenido lástima de mi un, médico famoso, me hubiera muerto; por agradecérselo, fui un poco de tiempo la querida del tal médico: y su muger, que estaba endiablada de zelos, me aporreaba sin misericordia todos los días. Era ella una furia, el mas feo el de los hombres, y yo la mas sin ventura de las mugeres, aporreada sin cesar por un hombre á quien no podía ver. Bien sabe vm., señor, los peligros que corre una muger vinagre que lo es de un médico: aburrido el mío de los rompimientos de cabeza de su muger, un dia para curarla de un resfriado le administró un remedio tan eficaz, que en menos de dos horas se murió en horrendas convulsiones. Los parientes de la difunta formáron causa criminal al doctor, el qual se escapó, y á mi me metiéron en la cárcel; y si no hubiera sido algo bonita, DO me hubiera sacado á salvamento mi inocencia. El juez me declaró libre, con la condicion de ser el sucesor del médico; y muy en breve me sustituyó otra, y fuí despedida sin darme un quarto, y forzada á emprender este abominable oficio, que á vosotros los hombres os