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HISTORIA ORIENTAL.

Sambusna; y era difícil que á quien le trataba, de cerca no le prendase.

Sin cesar elogiaban, engañaban y robaban á este buen príncipe; y cada qual metia la mano como á porfía en el erario. El principal ministro de hacienda de la isla de Serendib daba este precioso exemplo, y todos los subalternos le imitaban con fervor. El rey, que lo sabia, habia mudado varias veces de ministro, pero nunca habia podido mudar el estilo admitido de dividir las rentas reales en dos partes desiguales; la mas pequeña para su magestad, y la mayor para sus administradores.

Fió el buen rey Nabuzan su cuita del sabio Zadig. Vos que tantas cosas sabeis, le dixo, ¿no sabríais modo para que tope yo con un tesorero que no me robe? Sí por cierto, respondió Zadig; un modo infalible sé de buscaros uno que tenga las manos limpias. Contentísimo el rey le preguntó, dándole un abrazo, como haria. No hay mas, replicó Zadig, que hacer baylar á quantos pretenden la dignidad de tesorero; y el que con mas ligereza baylare, será infaliblemente el mas hombre de bien. Os estais burlando, dixo el rey: ¡donoso modo por cierto de elegir un ministro de hacienda! ¿Con que el que mas listo fuere para dar cabriolas en el ayre ha de ser el mas integro y mas hábil administrador? No digo yo que haya de ser el mas hábil, replicó Zadig, pero lo que sí aseguro es que indubitablemente ha de ser el mas honrado. Tanta