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cstrado de flores donde yaces, y vienes a sacarme el alma que tanto la tuya aborrece?, y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede; y vese claro que le tienes en poco, en que no quieres moverte a defenderle por no ponerte a riesgo de descomponer la afeitada compostura de tu galán vestido; si esa tu reposada condición tuviera Aquiles, bien seguro estuviera Ulises de no salir con su empresa, aunque más le mostrara resplandecientes armas y acerados alfanjes; vete, vete, y recréate entre las doncellas de tu madre, y allf ten cuidado de tus cabellas y de tus manos, más despiertas a devanar blando sirgo, que a empuñar la dura espada. A todas estas razones jamás se levantó Correlio del lugar donde le hallé sentado; antes se estuvo quedo, mirándome, como embelesado, sin moverse; y a las levantadas voces con que le dije lo que has oído, se fué llegando la gente que por la huerta andaba, y se pusieron a escuchar otros más impropios que a Cornelio dije, al cual, tomando ánimo con la gente que acudió, porque todos o los más eran sus palientes, criados o allegados, dió muestras de levantarse; mas antes que se pusiese en pie puse mano a mi espada y acometile no sólo a él, sino a todos cuantos allí estaban; pero apenas vió Leonisa relucir mi espada, cuando le tomó un recio desmayo, cosa que me puso en mayor coraje y mayor despecho; y no te sabré decir, si Cath: