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cluyó mi mayordomo en dar por Leonisa cinco mil, y por mí, tres mil escudos. Aceptó Yzuf este partido, forzado de las persuasiones de su compañero y de lo que todos sus soldados le decían; mas como mi mayordomo no tenía junta tanta cantidad de dinero, pidió tres días de término para juntarlos, con intención de malbaratar mi hacienda hasta cumplir el rescate. Holgóse desto Yzuf, pensando hallar en este tiempo ocasión para que el concierto no pasase adelante, y volviéndose a la isla de la Fabiana, dijo que llegado el término de los tres días volvería por el dinero. Pero la ingrata fortuna, no cansada de maltratarme, ordenó que estando desde lo más alto de la isla puesta a la guarda una centinela de los turcos, bien dentro a la mar, descubrió seis velas latinas, y entendió, como fué verdad, que debían ser o la escuadra de Malta, o algunas de las de Sicilia; bajó corriendo a dar la nueva, y en un pensamiento se embarcaron los turcos que estaban en tierra, cuál guisando de comer, cuál lavando su ropa, y zarpando con no vista presteza dieron al agua los remos y al viento las velas, y puestas las proas en Berbería, en menos de dos horas perdieron de vista las galeras; y así, cubiertos con la isla y con la noche, que venía cerca, se aseguraron del miedo que habían cobrado. A tu buena consideración dejo, ¡oh Mahamut amigol, que consideres cuál iría mi Enimo en aquel viaje tan contrario del que yo esperaba; y más cuando otro día, habiendo lle2