Página:Novelas ejemplares - Tomo I (1919).pdf/130

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
130
 

que si la muerte viniera en aquel tiempo, tuviera bien poco que hacer en quitarme la vida; vino el día con muestras de mayor tormenta que la pasada, y hallamos que el bajel había virado un gran trecho, habiéndose desviado de las peñas un buen trecho, y llegádose a una punta de la isla: y viêndose tan a pique de doblarla turcos y cristianos con nueva esperanza y fuerzas nuevas, al cabo de seis horas doblamos la punta, y hallamos más blando el mar y más sosegado, de modo que más fácilmente nos aprovechamos de los remos, y abrigados con la isla tuvieron lugar los turcos de saltar en tierra para ir a ver si había quedado alguna reliquia de la galeota que la noche antes dió en las peñas; mas aún no quiso el cielo concederme el alivio que esperaba tener de ver en mis brazos el cuerpo de Leonisa, que, aunque muerto y despedazado, holgara de verle, por romper aquel imposible que mi estrella me puso de juntarme con él como mis buenos deseos merecían; y así rogué a un renegado que quería desembarcarse que le buscase y viese si la mar lo había arrojado a la orilla; pero, como ya he dicho, todo esto me negó ecielo, pues al mismo instante tornó a embravecerse el viento, de manera que el amparo de la isla no fué de algún provecho; viendo esto Fetala, no quiso contrastar contra la fortuna, que tanto le perseguía; y así mandó poner el trinquete al árbol y hacer un poco de vela, volvió la proa a la mar y la popa al viento; y tomando él mismo el cargo del timón, se dejó correr por el ancho mar, seguro que 1