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este miserable estado en que me veo; y aunque es tan peligroso, siempre por favor del cielo he conservado en él la entereza de mi honor, con la cual vivo contenta en mi misería: ahora ni sé dónde estoy, ni quién es mi dueño, ni adónde han de dar conmigo mis contrarios hados, por lo cual os ruego, señor, siquiera por la sangre que de cristiano tenéis, me aconsejéis en mis trabajos; que puesto que el ser muchos me han hecho. algo advertida, sobrevienen cada momento tantos y tades, que no sé cómo me he de avenir con ellos.

A lo cual respondió Mahamut que él haría lo que pudiese en servirla, aconsejando y ayudándola con su ingenio y con sus fuerzas; advirtióla de la diferencia que por su causa habían tenido los dos bajáes, y cómo quedaba en poder del cadí su amo para llevarla presentada al gran turco Selín, a Constantinopla; pero que antes que esto tuviese efeto, tenía esperanza en el verdadero Dios, en quien él crefa, aunque mal cristiano, que lo había de disponer de otra manera, y que la aconsejaba se hubiese bien con Halima, la mujer del cadi su amo, en cuyo poder había de estar hasta que la enviasen a Constantinopla, advirtiéndola de la condición de Halima; y con esas le dijo otras cosas de su provecho, hasta que la dejó en su casa y en poder de Halima, a quien dijo el recado de su amo. Recibióla bien la mora por verla tan bien aderezada y tan hermosa.

Mahamut se volvió a las tiendas a contar a Ricardo lo que com Leonisa le había pasado; y ha-