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cicios, de cualquier ley o nación que sea, deja de tener un ánimo cruel y una condición insolente.

Pusiéronse en defensa, sin dejar los remos de las manos y hacer todo cuanto pudiesen; pero pocas horas tardaron que vieron que les iba entrando, de modo que en menos de dos se les pusieron a tiro de cañón: viendo esto, amainaron, soltaron los remos, tomaron las armas, y los esperaron, aunque el cadí dijo que no temiesen, porque el bajel era turquesco, y que no les haría daño alguno: mandó poner luego una banderita blanca de paz en el peñol de la popa, porque le viesen los que ya ciegos y codiciosos venian con gran furia a embestir el mal defendido bergantin. Volvió en esto la cabeza Mahamut, y vió que de la parte de poniente venía una galeota a su parecer de veinte bancos, y dijoselo al ca y algunos cristianos que iban al remo dijeron que el bajel que se descubría era de cristianos: todo lo cual les dobló la confusión y el miedo, y estaban suspensos sin saber lo que harían, temiendo y esperando el suceso que Dios quisiese darles. Paréceme que diera el cadí en aquel punto por hallarse en Nicosia toda la esperanza de su gusto: tanta era la confusión en que se hallaba; aunque le quitó presto della el bajel primero, que sin respeto de las banderas de paz ni de lo que a su religión debían, embistieron con el del cadí con tanta furia, que estuvo poco en echarle a fondo: luego conoció el cadí los que le acometían, y vió que eran soldados de Nicosia, y adivinó lo que podía ser, y dióse por per-