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industria fuese más cubierto su hurto. El cadí, que conoció las intenciones de los amantes y traidores, comenzó a grandes voces a decir su maldad, diciendo:

—¿Qué es esto, traidor Alí bajá? ¿Cómo siendo tú mosolimán (que quiere decir turco) me salteas como cristiano? Y vosotros, traidores soldados de Hazán, ¿qué demonio os ha movido a cometer tan grande insulto? ¿Cómo por cumplir el apetito lascivo del que aquí os envía, queréis ir contra vuestro natural señor?

A estas palabras suspendieron todos las ar mas, y unos a otros se miraron y se conocieron, porque todos habían sido soldados de un mismo capitán y militado debajo de una bandera, y confundiéndose con las razones del cadí y con su mismo maleficio, ya se les embotaron los filos de los alfanjes y se les desmayaron los ánimos: sólo Alí cerró los ojos y los oídos a todo, y arremetiendo al cadí, le dió una tal cuchillada en la cabeza, que si no fuera por la defensa que hicieron cien varas de toca con que venía ceñida, sin duda se la partiera por medio; pero con todo esto le derribó entre los bancos del bajel, y al caer dijo el cadí:

—Oh, cruel renegado, enemigo de mi divino profeta!, ¿y es posible que no ha de haber quien castigue tu crueldad y tu grande insolencia?

¿Cómo, maldito, has osado poner las manos y las armas en tu cadí, y en un ministro de Mahoma?

Estas palabras añadieron fuerza a fuerza a las