excelente familia — de una ilustre familia — para decir la verdad, pero por una serie de sucesos desagradables, había sido reducido á tal pobreza, que la energía de su carácter sucumbió bajo ella, y cesó de agitarse en el mundo ó de cuidar de la recuperación de su fortuna.
Por amabilidad de sus acreedores quedaba todavía en su poder una pequeña parte de su patrimonio; y con la renta que le daba, podia, por medio de una economia rigurosa, procurarse lo necesario para la vida, sin inquietarse por sus superfluidades.
Los libros, sin embargo, eran su sola lujuria, y eso en París se obtiene fácilmente.
Nuestro primer encuentro fué en una oscura librería de la calle Montmartre, donde la casualidad de encontrarnos buscando el mismo rarísimo y notable volumen, nos llevó á una intima amistad. Nos vimos siempre de más en más. Me interesó profundamente su pequeña historia de familia, que me narró con todo ese candor á que se abandona un francés siempre que el simple yo es el tema. Fui grandemente sorprendido, además, por la vasta extensión de sus lecturas; y, sobre todo, sentí mi alma prendada por el extravagante fervor y la vivida frescura de su imaginación. Buscando en París los objetos que necesitaba entonces, comprendi que la sociedad de un hombre semejante seria, para mi, un tesoro inapreciable, y este sentimiento se lo confié francamente a él mismo.
Fué, por último, decidido que viviríamos juntos durante mi permanencia en la ciudad; y como mis humanas circunstancias eran muy poco menos embarazosas que las de él mismo, me fué permitido arrendar y amueblar en un estilo conforme á la fantástica