tad. Extraño parecerá que la tercera semana, desde el encuentro del cadáver, hubiera pasado, y hubiera pasado sin que se descubriera nada respecto á los asesinos, sin que ni el más leve rumor de los sucesos que así habían agitado al público, fuera á herir los oidos de Dupin ni de mi mismo. Empeñados en investigaciones que habían absorbido toda nuestra atención, hacía cerca de un mes que ninguno de los dos habiamos salido á la calle ni recibido una visita, ni hecho más que ojear los artículos principales sobre política en uno de los diarios. El primer aviso del crimen nos fué llevado por G*** en persona. Entró á casa, temprano, en la mañana del 13 de Julio de 18... y permaneció con nosotros hasta tarde de la noche. Estaba picado por la inutilidad de sus esfuerzos para dar con la pista de los asesinos. Su reputación — esto lo dijo con un aire exclusivamente parisienseestaba empeñada. Hasta su honor se hallaba comprometido. Los ojos del pueblo estaban fijos sobre él; y no había, en realidad, ningún sacrificio que no deseara hacer por el descubrimiento del misterio. Concluyó su discurso algo raro con un cumplimiento sobre lo que le agradó llamar el tacto de Dupin, y le hizo una proposición directa y ciertamente liberal, cuya naturaleza precisa no tengo el poder para manifestar, y que además no está ligada al objeto propio de esta narración.
Mi amigo respondió al cumplimiento como mejor pudo, pero aceptó la proposición, aunque sus ventajas eran del todo provisionales. Habiendo sido fijado este punto, el Prefecto nos explicó sus propias opiniones, mezclándolas con largos comentarios respecto á los testimonios recogidos; de los cuales no estábamos,