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EDGAR POE

un carácter de delicadeza femenina, era más que robusto y capaz de maravillosos rasgos de fuerza. En su juventud ha ganado una apuesta de nadador que sobrepasa la medida ordinaria de lo posible. Se diría que la Naturaleza da á aquellos de que quiere sacar grandes cosas, un temperamento enérgico, como da una poderosa actividad á los árboles encargados de simbolizar el duelo y el dolor. Esos hombres, con apariencias miserables, algunas veces, están tallados como atletas, buenos para la orgía y para el trabajo, prontos á los excesos y capaces de sorprendentes sobriedades.

Hay algunos puntos relativos á Edgar Poe sobre los cuales hay acuerdo unánime, por ejemplo, su alta distinción natural, su elocuencia y su belleza, de la que era, según se dice, un poco orgulloso. Sus maneras, mezcla singular de nobleza y dulzura exquisita, estaban llenas de firmeza. Fisonomía, paso, gestos, aires de cabeza, todo lo designaba, sobre todo en sus buenos días, como una criatura elegida. Su ser todo respiraba una solemnidad penetrante. Era realmente un tipo marcado por la naturaleza, como esas figuras de pasantes que atraen la mirada del observador y preocupan su memoria. El pedante y agrio Griswold mismo, confiesa que cuando fué á devolver visita á Poe, y que le encontró pálido y enfermo todavía por la enfermedad y muerte de su mujer, se sorprendió hasta el extremo, no solamente de la perfección de sus maneras, sino hasta de la fisonomía aristocrática, de la atmósfera perfumada de su cuarto, bastante modesto sin embargo. Griswold ignora que el poeta tiene más que todos los hombres ese maravilloso privilegio atribuído á la mujer parisiense y á la española, de saberse adornar con una