nada, y que Poe, apasionado de lo bello en todas cosas, habría encontrado el arte de transformar una choza en un palacio de especie nueva. ¿No ha escrito, con el espíritu más original y más curioso, proyectos de mobiliarios, planes de casas de campo, jardines y reformas de paisajes?
Existe una carta encantadora de Mrs. Frances Osgood, que fué una de las amigas de Poe, y que nos da sobre sus costumbres, su persona y su vida íntima, los más preciosos detalles. Esta mujer, que era ella misma un literato distinguido, niega valerosamente todos los vicios y todas las faltas reprochadas al poeta. «Con los hombres, dice á Griswold, acaso era tal como lo pintáis y como hombre podéis tener razón. Pero afirmo que con las mujeres era totalmente distinto, y que jamás ninguna mujer ha podido conocerle sin experimentar por él un profundo interés. Nunca se me ha aparecido sino como un modelo de elegancia, de distinción y de generosidad...
«La primera vez que nos vimos, fué en Astor-House. Willis me había prestado El Cuervo, sobre el cual el autor, me dijo, deseaba conocer mi opinión. La música misteriosa y sobrenatural de ese poema, extraño, me penetró tan íntimamente, que, cuando supe que Poe quería serme presentado, experimenté un sentimiento singular y que se parecía al terror. Apareció con su bella y orgullosa cabeza, sus ojos sombríos que arrojaban una luz de sentimiento y de pensamiento, con sus maneras, mezcla intraducible de elevación y de suavidad — me saludó tranquilo, grave, casi frío; pero bajo aquella frialdad vibraba una simpatía tan marcada que no pude dejar de impresionarme profundamente. A partir de