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EDGAR POE. — NOVELAS Y CUENTOS

son fácil y generalmente comprendidas. Así, tener una memoria retentiva y proceder por el de «libro», son puntos comúnmente mirados como la suma total del buen juego.

Pero es en las cuestiones fuera de los límites de la simple regla, donde se manifiesta el talento del ana­lista. Hace, en silencio, una multidud de observaciones y deducciones. Lo mismo, quizá, hacen sus adversa­rios; y la diferencia en la extensión del informe obte­nido, reposa, no tanto sobre la validez de la deducción como sobre la cualidad da la observación. El conoci­miento necesario es el de lo que se observa. Nuestro jugador no se ciñe absolutamente a un punto: y no porque el juego es el objeto, debe rechazar deduc­ciones de las cosas externas al juego. Examina el aspecto de su compañero, comparándolo cuidadosa­mente con el de cada uno de sus adversarios. Consi­dera el modo de juntar las cartas que tiene cada mano; contando á menudo, triunfo por triunfo y honor por honor, al través de las ojeadas que los ·poseedores lan­zan sobre cada carta. Nota cada variación del rostro así que el juego progresa, recogiendo un fondo de pensamientos, de las diferencias en la expresión de la certidumbre, de la sorpresa, del triunfo ó de la pena. Por la manera de recoger una baza, juzga si la per­sona que lo efectúa, puede hacer otra en la continua­ción de la partida. Reconoce lo que se juega fingida­mente, en el aire con que es arrojado el naipe sobre la mesa. Una palabra casual ó inadvertida, una carta que se cae ó se da vuelta por casualidad, con el acom­pañamiento de ansiedad ó indiferencia en la mirada, ál ocultarla; el recuento de las bazas, con el orden de