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entonces daré yo mi dictámen si difiere del vuestro, apoyándole en razones capaces de producir en vosotros la conviccion. ¿Qué dices, pues, tú, Nicias? A tí te toca hablar el primero.

No rehuso decir lo que siento, Sócrates. Me parece, tal es mi dictámen, que este ejercicio de las armas es muy útil á los jóvenes, porque además de alejarlos de los placeres de pasatiempo, que buscan de ordinario por falta de ocupacion, los endurece en el trabajo y los hace necesariamente más vigorosos y más robustos. Mejor que éste no le hay, ni que exija más maña, ni más fuerza. Este y el de montar á caballo son los más á propósito para jóvenes libres, porque á causa de las guerras que tenemos ó que podamos tener, no hay mejores ejercicios que los que se hacen con las armas que sirven para la guerra. Son de un gran auxilio en los combates, ya se combata en filas, ó ya, rotas estas, haya que batirse cuerpo á cuerpo; ya se persiga al enemigo que de tiempo en tiempo vuelve la cara para resistir, ó ya que en retirada haya precision de desembarazarse de un hombre que le va dando alcance á uno con espada en mano. El que está acostumbrado á estos ejercicios no teme á un hombre solo ni á muchos juntos, y siempre saldrá vencedor. Por otra parte, inspiran una verdadera pasion por otros más sérios; porque doy por sentado, que todo hombre que se ejercita en la esgrima, entra en deseos de saber la táctica militar, como resultado de la esgrima, y cuando lo ha conseguido, lleno de ambicion y ansioso de gloria, se instruye en todo aquello que puede alimentar esta idea, y trabaja en elevarse por grados á los conocimientos de un general de ejército. Es cierto que nada hay tan precioso ni tan útil como estos diferentes ejercicios de armas con todos los demás estudios que preparan para la guerra, siendo este indudablemente el primero. A todas estas