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veo á estos valientes campeones, que enseñan la esgrima, mirar á Lacedemonia como un templo inaccesible, donde no se atreven á poner un pié, y rodar por todas partes, enseñando su arte á otros, y particularmente á pueblos que se reconocen ellos mismos inferiores á sus vecinos en todo lo relativo á la guerra. Además, Lisímaco, he visto un gran número de estos maestros de esgrima en lances dados, y sé lo que valen. Es fácil formar juicio al ver que la fatalidad ha querido, como si fuera con intencion, que ninguno de tales maestros haya adquirido ni la más pequeña reputacion en la guerra. En todas las demás artes siempre hay algunos, entre los que las profesan, que sobresalen y adquieren nombradía; pero á los tales maestros les persigue cierta fatalidad. Porque este mismo Stesileo que se está dando en espectáculo á toda esta gente, como acabamos de ver, y que ha hablado tan en grande de sí mismo, le he visto en cierta ocasion dar un espectáculo de otro género, bien á pesar suyo. Hallándose en una nave que atacó á otra de carga enemiga, este Stesileo combatia con una pica armada de una dalla, arma tan ridícula como lo era él mismo entre los combatientes. Las proezas que hizo no merecen referirse; pero el resultado que tuvo esta estrategia guerrera de poner una dalla ó guadaña al remate de una pica, merece especial mencion. Como nuestro hombre se batia con semejante arma, sucedió desgraciadamente que se enredó en el aparejo del buque enemigo, en términos que, por más esfuerzos que hacia para desenredarla, no podia. Mientras los dos buques estuvieron al abordaje, el uno junto al otro, no se desprendió él del cabo de su arma; pero cuando el buque enemigo comenzó á alejarse y veia que le arrastraba, dejó deslizar poco a poco su pica entre sus manos, hasta que sólo la sostenia por el último remate. La actitud ridícula en que aparecia era objeto de chacota y burla de parte de los enemigos, hasta que habiéndole arrojado