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una piedra que cayó á sus piés, tuvo que abandonar su arma querida; y los hombres de nuestro buque no pudieron contener sus risotadas al ver la guadaña armada pendiente del aparejo del buque enemigo. Puede muy bien suceder que la esgrima sea, como dice Nicias, una ciencia muy útil, pero yo os digo lo que he visto; de suerte, que, como dije al principio, si es una ciencia, es de bien poca utilidad, y si no lo es y se nos engaña dándole este bello nombre, tampoco merece que nos detengamos en ella. Si son los cobardes los que se dedican á la esgrima, se hacen más insolentes y su cobardía se pone más en evidencia; y si son los valientes, todo el mundo tiene puestos en ellos los ojos; y si llegan á incurrir en la menor falta, sufren mil burlas y mil calumnias; porque esta profesion no es indiferente; expone furiosamente á la envidia, y si un hombre que se aplica á ella no se distingue grandemente por su valor, cae en el ridículo, sin poder evitarlo. Hé aquí lo que me parece, Lisímaco, la inclinacion á este ejercicio. Pero ahora, como dije al principio, es preciso no dejar marchar á Sócrates, sin que á su vez nos dé su dictámen.

Te lo suplico, Sócrates, porque tenemos necesidad de un juez que termine esta diferencia. Si Nicias y Laques hubieran sido del mismo dictámen, hubiéramos podido ahorrarte este trabajo; pero ya ves que disienten enteramente. Es necesario oir tu dictámen y ver á cuál de los dos prestas tu aprobacion.

¡Cómo! Lisímaco, ¿sigues el dictámen del mayor número?

¿Qué cosa mejor puede hacerse?

¿Y tú tambien, Melesías? ¡qué! tratándose de la elec-