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sumió en una profunda hoya y en el acto envió aquí á consultar á uno de los Exégetas para saber lo que debia hacer, sin curarse más del prisionero y abandonándole como un asesino, cuya vida era de poca importancia; así fué que murió; porque el hambre, el frio y el peso de las cadenas le mataron ántes que el hombre, que mi padre envió, volviese. Con este motivo, y vista mi actitud, toda la familia se subleva contra mí, porque mediando un asesino acuso á mi padre de un homicidio, que ellos pretenden que no ha cometido, y áun dado caso de que le hubiera cometido, sostienen que yo no deberia perseguirle, puesto que el muerto era un malvado y un asesino, y que por otra parte es una accion impía que un hijo persiga á su padre criminalmente. ¡Tan ciegos están sobre el conocimiento de las cosas divinas, y tan incapaces para discernir lo que es impío de lo que es santo!

Pero ¡por Júpiter! ¿crees, Eutifron, tú que conoces tan exactamente las cosas divinas, y que distingues con precision lo que es santo y lo que es impío, que habiendo pasado las cosas de la manera que dices, puedas perseguir á tu padre, sin temor de cometer una impiedad?

Me estimaria bien poco, y Eutifron no tendria ventaja sobre los demás hombres, si no conociese todas estas cosas perfectamente.

¡Oh maravilloso Eutifron! Estoy convencido de que el mejor partido que yo puedo tomar es hacerme tu discípulo y hacer saber á Melito, ántes del juicio de mi proceso, que hasta aquí he mirado como una de las mayores ventajas saber bien las cosas divinas; pero que hoy dia, viendo que me acusa de haber caido en el error introduciendo temerariamente opiniones nuevas sobre la divinidad, me he pasado á tu escuela. Así, pues, le diré: Melito, si con