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Página:Obras de Aristóteles - Tomo X.djvu/26

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todos convienen en construir el mundo por medio de los contrarios. Sut doctrina, sin embargo, no concluye aquí; se elevan, como ya hemos dicho, á la concepcion de una unidad, que es á la vez finita é infinita, y en la que lega á conciliarse y desaparecer toda contrariedad.

En rigor es posible encontrar en este sistema los cuatro principios de Aristóteles, pero mal definidos, mal determinados. La sustancia está en él representada por el número, elemento constitutivo de los séres, principio que tiene sobre el de los Físicos la ventaja de poderse aplicar á los objetos supra-sensibles, y esto basta, como dice Aristóteles, para elevarse á la concepcion de los séres que están fuera del alcance de los sentidos. Pero se aplica mal á los séres sensibles, únicos, sin embargo, de que se ocupan los Pitagóricos, porque principios abstractos no pueden dar razon de este mundo concreto que está á nuestra vista. Admitamos, por un instante, que con los números se pueda construir la extension; ¿cómo se explican la pesantez y las otras cualidades de los objetos? Los Pitagóricos nada dicen de esto, y con efecto no podrían hablar de ellas. El principio formal comienza tambien á mostrarse. Los Pitagóricos dan los primeros ejemplos de la definicion, haciendo consistir en relaciones numéricas la esencia de los séres, y pueden ser considerados en este concepto como los precursores de Platon y de Aristóteles.

En cuanto á la causa motriz no la suprimen absolutamente, como pretende Aristóteles; sólo que concilian mal su existencia con la de los números, y admiten, que el mundo es uno, que es de toda eternidad gobernado por un solo sér, y este sér, esta unidad, es Dios. No constituyen, sin embargo, la causa motriz como un principio aparte. Así como los números no están separados de los objetos, cuya sustancia son ellos, de igual modo la unidad divina no está separada del universo que ella organiza y que gobierna, y del que es como su esencia y su alma. Dios, en tanto que unidad, es el bien, y como los Pitagóricos admiten la existencia del mal, y la refieren á lo infinito ó á lo indeterminado, al principio material; y como por otra parte lo indeterminado es uno de los elementos de la unidad, les es difícil librarse de esta conclusion: que Dios es tambien la causa del mal. Sobre este punto, así como sobre otros muchos, no se han explicado claramente, y su sistema, cualquiera que sea su valor, no era más que un ensayo; al genio de Platon estaba reservando el darle un carácter verdaderamente cientifico.

Lo que llamó la atencion á Platon como la había llamado á los Pitagóricos, fué la unidad y la armonía del universo, y las relaciones y diferencias entre los séres que le componen. Platon no absorbía, como se le ha echado en cara, al individuo en el género; no negó la pluralidad de los séres, pues léjos de esto la defendió contra los sofistas[1], pero no admitió que esta pluralidad fuese el objeto de la ciencia. Creía que era objeto de la opinion


  1. Véase el Parménides.