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extremos, porque el tránsito sólo se opera de un extremo á otro[1]. Sin embargo, no cabe una trasformacion absoluta. Para que dos cosas se cambier la una en la otra, es preciso que tengan una materia comun, ó en otros términos, que no difieran de género. No hay materia comun entre lo perecedero y lo imperecedero[2], y el tránsito de uno á otro es imposible. Sólo hay cambio de lo contrario á lo contrario, y los contrarios pertenecen necesariamente al mismo género. Entre los contrarios hay, pues, una materia, que es lo uno y lo otro en potencia, que puede por consiguiente hacerse lo uno ó lo otro segun la accion de las circunstancias y el impulso de la causa motriz, pero que no puede hacerse ó llegar á ser lo uno y lo otro á la vez.

Y si se pregunta ahora, por qué el hombre se hace no-hombre, por qué está sujeto a destruccion, por lo menos en cuanto al cuerpo, basta responder, que hay en él una materia, que por sí misma no es ni el hombre ni el no-hombre, pero que puede afectar diversas formas; y que es, en potencia, el hombre y la privacion. La única causa de cambio, no la causa motriz, sino la potencia que hace el cambio posible, es la materia, y de aquí se puede concluir con Aristóteles, que toda sustancia inmaterial es por esto mismo inmutable, y está al abrigo de toda alteracion.

La demostracion de la necesidad de un primer motor ocupa poco lugar en la Metafisica, porque de ella se había ocupado ya Aristóteles, y había resuelto esta cuestion en otra parte[3]. Aristóteles se limita á resumir el argumento en pocas palabras. Todo movimiento supone un motor, y como no puede haber una serie infinita de principios, es preciso necesariamente detenerse en una causa primera[4], que comunique el movimiento sin haberlo recibido, y que tenga en sí misma la razon de su existencia. Prueba, bajo una forma sintética, la existencia de Dios por el principio de causalidad, demostracion que se ha hecho vulgar, como todo lo que es verdadero, que no era nueva ni áun en tiempo de Aristóteles, pero que la puso al abrigo de toda objecion, asentando que no puede haber una serie infinita de causas.

La eternidad del motor se prueba por la eternidad del movimiento, cuyo principio es él, y por la eternidad del tiempo. «Es imposible que el movi»miento haya comenzado ó que concluya; es eterno como lo es el tiempo, »porque si el tiempo no existiese, no podría haber ni anterioridad ni poste»>rioridad. El movimiento y el tiempo tienen la misma continuidad, porque,


  1. Metaf., x.
  2. Metaf., XI.
  3. Plusica, ausc., VIII.
  4. La legitimidad de las conclusiones del efecto á la causa nunca se puso en duda en la antigüedad. El escepticismo con relacion á la existencia de Dios y á la Providencia se apoyaba unicamente en el desórden del universo. En los tiempos modernos no consintiendo los progresos de la ciencia poner en duda la armonia del mundo, se abandonó esa arma ya impotente, y Hume dió una nueva base al escepti cismo, pretendiendo que el principio de causalidad no tenia ningun valor, y que ni siquiera la idea de causa tentamos.