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¡Es raro!.

creía que soñaba. Tan feliz, tan completamente feliz era el pobre Andrés.


IV


Así vivió por espacio de algunos años, dichoso si Dios tenía qué, cuando una noche creyó observar que alguien rondaba su quinta, y más tarde sorprendió á un hombre modelando el ojo de la cerradura de una puerta del jardín.

— Ladrones tenemos, dijo. Y determinó avisar al pueblo más cercano, donde había una pareja de guardias civiles.

— ¿A dónde vas? le preguntó su mujer.

— Al pueblo.

— ¿A qué?

— A dar aviso á los civiles porque sospecho que alguien nos ronda la quinta.

Cuando la mujer oyó esto, palideció ligeramente. El, dándole un beso, prosiguió:

— Me marcho á pie, porque el camino es corto. ¡Adiós! hasta la tarde.

Al pasar por el patio "para dirigirse á la puerta, entró un momento en la cuadra, vio á su caballo, y acariciándole, le dijo:

— Adiós, pobrecito, adiós: hoy descansarás, que ayer te di un mate como para tí solo.