Página:Obras de Bécquer - Vol. 2.djvu/210

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
204
Gustavo A. Becquer.

pues comenzó á atravesar el coche de un extremo á otro, dando aquí al inglés con el codo ó pisando allí el extremo del traje de las señoras para asomarse á las ventanillas de ambos lados; por último, y esta fué la broma más pesada, dio en la flor de bajar los cristales en cada una de las estaciones para leer en alta voz el nombre del pueblo, pedir agua ó preguntar los minutos que se detendría el tren. En unas y en otras, ya nos encontrábamos cerca de Medinaceli, y la noche se había entrado fría, anubarrada y desagradable; de modo que cada vez que se abría una de las portezuelas, se estaba en peligro inminente de coger un catarro. El inglés, que hubo de comprenderlo así, se envolvió silenciosamente en su magnífica manta escocesa; la joven, por consejo del aya, que se lo dijo en alta voz, se puso un abrigo; yo, á falta de otra cosa, me levanté el cuello del gabán y hundí cuanto pude la cabeza entre los hombros. Nuestro hombre, sin embargo, prosiguió impertérrito practicando la misma peligrosa operación tantas veces cuantas paraba el tren, hasta que al cabo, no sé si cansado de este ejercicio ó advertido de la escena muda de arropamiento general que se repetía tantas veces cuantas él abría la ventanilla, cerró con aire de visible mal humor los cristales, tornando á echarse en su rincón, donde á los pocos minutos roncaba como un bendito, amenazando aplastarme la nariz