conmovido. «Vé á mantener tu honra, pero vuelve... vuelve á traerme la mía.»
Pedro besó la frente de Margarita, desató su caballo, que estaba sujeto á uno de los árboles del soto, y se alejó al galope por el fondo de la alameda.
Margarita siguió á Pedro con los ojos hasta que su sombra se confundió entre la niebla de la noche; y cuando ya no pudo distinguirle, se volvió lentamente al lugar donde la aguardaban sus hermanos.
— Ponte tus vestidos de gala, le dijo uno de ellos al entrar, que mañana vamos á Gómara con todos los vecinos del pueblo para ver al conde que se marcha á Andalucía.
— A mí más me entristece que me alegra ver irse á los que acaso no han de volver, respondió Margarita con un suspiro.
— Sin embargo, insistió el otro hermano, has de venir con nosotros, y has de venir compuesta y alegre: así no dirán las gentes murmuradoras que tienes amores en el castillo y que tus amores se van á la guerra.
Apenas rayaba en el cielo la primera luz del alba, cuando empezó á oirse por todo el campo de Gómara la aguda trompetería de los soldados del