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—¡Oh!, sí; esto es lo peor de todo. Hasta que estuve en Kent y traté tanto al señor Darcy como a su pariente el coronel Fitzwilliam, yo misma ignoraba la verdad. Cuando llegué a casa la milicia del condado iba a abandonar Meryton al cabo de tres semanas; y siendo ése el caso, ni Juana, a quien refiriera todo, ni yo creímos necesario hacerla pública, porque de qué provecho podía servir a nadie que se disipase la buena opinión que todo el mundo tenía de él? Y cuando se decidió que Lydia se fuese con los señores de Forster, jamás me ocurrió que hubiera necesidad de descubrirle el carácter de Wickham; nunca entró en mi mente el que pudiera peligrar por el engaño. Con facilidad podréis comprender que estaba bastante lejos de mi pensamiento el que pudiesen derivarse de mi silencio consecuencias como ésta.

—Pero al irse todos a Brighton supongo que no tendríais razones para juzgarlos interesados entre sí.

—Ni la más pequeña. No alcanzo a recordar señal alguna de afecto por parte de ninguno; y algo de ello hubiere sido perceptible, habéis de saber que nuestra familia no es de aquellas en que eso se puede ocultar. Cuando ingresó él en el Cuerpo, ella le admiraba bastante, pero sólo como todas nosotras. Todas las muchachas de Meryton y de sus cercanías perdieron los cascos por él durante los dos primeros meses; mas él nunca la distinguió con ninguna atención especial; y por consiguiente, después de un período de admiración ex-