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y si tú, hermano, no te muestras cariñoso con nosotros, no sé qué haremos.

Todos protestaron contra tan terroríficas ideas; y habiendo el señor Gardiner asegurado su afecto para ella y su familia, díjole que proyectaba estar en Londres al día siguiente y ayudaría al señor Bennet en sus esfuerzos para recobrar a Lydia.

—No os alarméis con exceso—añadió—; aunque bien está hallarse preparado para lo peor, no es ocasión de mirarlo como seguro. No hace una semana completa que salieron de Brighton. En pocos días más averiguaremos alguna noticia suya; y hasta que sepamos que no están casados y que no abrigan propósito de estarlo no demos el asunto por perdido. En cuanto llegue a la capital buscaré a mi hermano, haciéndole ir conmigo a la calle de la Iglesia de la Merced, y entonces, juntos, deliberaremos sobre lo que se haya de hacer.

—¡Oh hermano querido mío!—exclamó la señora de Bennet—, eso es justamente lo que más deseaba. Y cuando llegues a la capital descúbrelos en cualquier sitio que estén, y si no están casados, hazlos casar. Y en cuanto a los vestidos de boda, no les permitas demorarlo por eso; si no, dí a Lydia que tendrá cuanto dinero quiera para comprarlos después que estén casados. Y sobre todo, impide que se bata Bennet. Díle en qué horrible estado me encuentro: espantada, fuera de juicio, con tales temblores y tal agitación, tales convulsiones al costado, dolores en la cabeza y palpitación en el corazón, que no me es dado reposar ni de día ni de no-