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tan temprana. De cualquier modo que sea, eres, por desgracia, de compadecer; opinión en la cual voy unido no sólo con la señora de Collins, sino asimismo con lady Catalina de Bourgh y su hija, a quienes he contado el hecho. Convienen ellas conmigo en que ese paso en falso de una hija será perjudicial para la suerte de las demás; porque, ¿quién, cual la propia lady Catalina dice afablemente, se querrá unir con semejante familia? Y esta consideración me lleva además a recordar con mayor satisfacción cierto suceso del pasado noviembre, pues a ser la cosa de otro modo habría tenido yo que quedar envuelto en toda vuestra tristeza y desgracia. Permíteme, pues, que te advierta, querido primo, que te consueles cuanto sea posible, que arranques a tu indigna hija de tu estimación para siempre, dejándola coger el fruto de su detestable ofensa a sí misma.

»Quedo, querido», etc., etc.


El señor Gardiner no volvió a escribir hasta haber recibido contestación del coronel Forster, y entonces nada placentero pudo comunicar. No se sabía que Wickham tuviese un solo pariente con quien sostuviese relación, y se daba por cierto que no tenía ninguno próximo. Sus primeras relaciones habían sido numerosas; mas desde su ingreso en la milicia no parecía estar en términos de particular amistad con nadie. No había por consiguiente quien pudiese ser juzgado apto para suministrar noticias de él. Y en el desdichado asunto