Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/142

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
140
 

—¿Y has contestado a la carta?—dijo Isabel.

—No; pero tiene que hacerse eso pronto.

Con la mayor vehemencia le rogó que no pasara más tiempo sin escribir.

—Querido papá—exclamó—, vuelve a casa y escribe al punto. Considera cuán importante es cada momento en estas circunstancias.

—Déjame escribir por ti—dijo Juana—si no quieres molestarte.

—Mucho me disgusta eso—replicó él—, mas hay que hacerlo.

Y dicho eso, regresó con ellas, dirigiéndose a la casa.

—Y supongo—añadió Isabel—que será aceptando.

—¡Aceptar! Sólo me avergüenzo de que pida tan poco.

—¡Y se casarán! ¡Es hombre para eso!

—Sí, se casarán. No puede hacer otra cosa. Pero hay dos puntos que necesito aclarar: uno, cuánto dinero ha adelantado tu tío para resolver eso, y otro, cómo se lo pagaré.

—¡Dinero! ¡Mi tío!—exclamó Juana—. ¿Qué quieres decir?

—Digo que no hay hombre en sus cabales que se case con Lydia por tan leve tentación como cien libras anuales durante mi vida y cincuenta tras de mi muerte.

—Es muy cierto—dijo Isabel—, aunque no me haya ocurrido antes a mí. ¡Pagadas sus deudas y quedar todavía algo! ¡Oh! Eso debe de ser obra