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lo que el señor Gardiner ha hecho por ellos, pues Wickham no posee medio chelín propio. La bondad de mi tío no se podrá jamás pagar. El llevarla a su casa y ponerla bajo su dirección y auxilio personal es sacrificio tal que años de gratitud no bastarán para reconocerlo. ¡En la actualidad está con ellos! Si tamaña bondad no la hace ahora desdichada, nunca podrá ser feliz. ¡Qué encuentro para ella al ver por primera vez a mi tía!

—Hemos de procurar por ambas partes olvidar cuanto ha pasado—dijo Juana—. Espero y confío que todavía serán dichosos. Opino que el consentimiento de él para casarse es prueba de que ha entrado en buen camino. Su mutuo afecto les hará ser prudentes, y me lisonjeo de que los tornará tan razonables que hagan olvidar con el tiempo su pasada imprudencia.

—Su proceder ha sido tal—contestó Isabel—que ni tú ni yo ni nadie lo podrá olvidar jamás. Es inútil hablar de eso.

Ocurrióles entonces a las muchachas que su madre estaría con toda probabilidad ignorante por completo de lo que pasaba. Fueron, pues, a la biblioteca y preguntaron a su padre si no deseaba que se lo hicieran saber a aquélla. Hallábase él escribiendo, y sin levantar la cabeza respondió con frialdad:

—Como queráis.

—¿Podemos coger la carta de nuestro tío para leérsela?

—Coged lo que gustéis, y marchaos.